A estar atentos
El indignante e innecesario golpe de estado perpetrado la semana pasada por un grupo de innombrables contra la democracia y todos los peruanos me ha dejado movido, confundido y asustado. En este proceso de tratar de encontrar respuestas que sean por lo menos remotamente satisfactorias, me he visto en la necesidad de recurrir a ese lugar donde las teorías de la conspiración, la paranoia y la suspensión del sentido común colindan con la realidad. Esto, con el propósito de procesar y entender lo que está pasando en el Perú con, al menos, una pizca de profundidad.
En la superficie, vacar a Vizcarra de la presidencia del Perú nos ha llevado a todos en un viaje emocional lleno de zozobra y angustias, con la mayoría parlamentaria como los grandes perdedores de un fallido golpe de estado que culmina con la juramentación de Sagasti como presidente de la mesa directiva del congreso y, posteriormente, como presidente de la república. Y todo gracias a las juventudes heroicas movilizadas por un sentido de justicia social y la necesidad de retornar a un estado de derecho democrático. Pero esa mirada frívola, triunfalista incluso, en donde la responsabilidad recae solo sobre unos malos congresistas y sus operadores no resiste al más mínimo escrutinio.
Merece ver con orgullo como el Perú se levantó en contra del golpe para protestar, liderado esta vez por la Generación Bicentenario; ciudadanas y ciudadanos jóvenes de la era de la virtualidad que se informan, expresan, coordinan y sienten a través de medios digitales, pero con efectos tangibles en la realidad.
Pero, no hay que perder de vista que los golpistas son grupos mejor preparados y motivados, de seres “iluminados” como la ahora infame asociación de la Coordinadora Republicana. Estos grupos tienen como principal objetivo hacerse del poder para satisfacer sus intereses económicos, políticos, ideológicos o, peor, de poder por el simple hecho de ostentarlo.
Los golpistas operan indirectamente, disfrazados de agentes moralizadores preocupados por la conciencia descarrilada de la ciudadanía. Juegan a sacar a corruptos, limpiar las instituciones cooptadas, liberar a los oprimidos de las ataduras que los reprimen y buscan desideologizar la frágil psiquis de los peruanos; pero siempre desde las sombras y usando a monigotes descartables (como esos 105 congresistas) para hacerlo.
Están en todos lados; en la política, en los medios de comunicación, en colectivos y asociaciones, son actores económicos, sociales y religiosos. No son una masa homogénea, y sus intereses son tan diversos como ellos. No se unen por afinidad, sino por metas comunes. No hay lealtad entre ellos, solo conveniencia. Se auto atribuyen la representatividad de las masas a través de mentiras y medias verdades, manipulaciones e información tendenciosa que distribuyen con tonos de indignación mientras exigen virtuosidad, moralidad y pureza; características que solo ellos han de alcanzar en su interminable cruzada inquisidora.
Y es ahí donde, creo yo, radica la estrategia de estos iluminados. Sus argumentos son razonables, incluso lógicos desde una perspectiva argumentativa. Se enmarcan claramente en estructuras persuasivas sólidas. Usan ejemplos simples, sin ambigüedades y con poca posibilidad de poder ser refutados tal cual los presentan. Sin embargo, sus argumentos, falaces por lo general, existen en mundos sin contexto, burbujas asiladas de la realidad donde presentan un bien y un mal claramente definidos. Por eso necesitan de gente distraída, preocupada por el hambre y la falta de trabajo; mujeres y hombres que les sean solo lo suficientemente educadas como para poder usarlas como mano de obra, pero no tanto que pueda ver a través de sus mentiras.
Además, son grupos que saben que la democracia, como sistema, es fundamentalmente frágil y, usan todo su arsenal para hackearla. Manipulan los mecanismos de participación y representación del sistema. Deslegitiman las necesidades de los vulnerables aprovechándose de la disparidad de información que existe en la población. Usan su naturaleza anárquica y traicionera para sembrar dudas y desconfianza entre los representantes legítimos y sus representados.
Si bien, hoy estos grupos han sido derrotados gracias a las manifestaciones a nivel nacional e internacional, solo han sufrido un pequeño revés; mañana atacarán nuevamente usando nuevas caras, nuevas armas. Es como una serie de televisión, en donde los buenos derrotan a los secuaces al final de cada capítulo, pero nunca a quienes están manejando los hilos desde las sombras como maestros titiriteros.
Es por eso por lo que el país necesita a los y las jóvenes de la generación del Bicentenario, a los y las cuarentonas de las Marchas de los Cuatro Suyos, a los pueblos indígenas, a las comunidades locales de la sierra y la costa, así como al resto de la población a estar vigilantes, listos paradefender la democracia otra vez, porque a pesar de su fragilidad, es el mejor modelo que tenemos.
Y, ahora, nos toca estar atentos entonces ya que, como Pinky y Cerebro, estos desgraciados nunca se cansarán de tratar de conquistar el mundo.